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Desde la aldea de Llames, cogemos el camino asfaltado que lleva hasta la playa de Guadamía, que toma su nombre del río que desemboca en ella y que es un largo brazo de arena perpendicular a la línea de la costa que introduciéndose durante unos cientos de metros hacia el interior configura una playa prácticamente fluvial. El mar es frenado por los acantilados y el oleaje apenas penetra en las mareas.

Sobre la playa se toma un camino de circulación de vehículos agrarios hacia la derecha que conduce al Bramadorio de Llames, un extenso campo de bufones que por su singularidad geomorfológica fue incluido en la Red de Espacios Naturales Protegidos con la categoría de Monumento Natural. Si el mar está en calma, los muchos respiraderos de las cavidades subterráneas expulsan el aire comprimido en las galerías por los golpes del oleaje. Si hay marejada, el Bramadorio se transforma en un ruidoso espectáculo, que debe ser observado a cierta distancia: el agua y el aire son expulsados los días de fuerte oleaje y los chorros de agua alcanzan decenas de metros de altura, con una fuerza que podría arrastrar a un hombre. El ruido que provoca este fenómeno se oye a varios kilómetros y tradicionalmente se ha utilizado como indicador metereológico. Dicen los pastores de estos lares: «Cuando sientas sonar el pozo Pría, coge leña para otro día». El itinerario sigue desde el Bramadorio por un camino serpenteando los acantilados y conduce a la playa de Villanueva y a la de Cuevas del mar. La bajada a esta última se realiza por una escalera que discurre a través de un pequeño bosque de encinas. Desde la playa de Cuevas del mar, el itinerario continúa por la carretera que lleva a Nueva para desviarse luego, a la derecha por las carreteras y caminos que cruzan Villanueva y La Pesa, retornando a Llames.